14 de marzo de 2025

La realidad, que a menudo creemos un valor absoluto e indiscutible, no es más que una construcción subjetiva condicionada por nuestras experiencias y circunstancias. En ese juego de percepciones, un grupo de hinchas de fútbol logró ver algo que para el resto del país permanecía invisible: la ignominia y la indefensión de los jubilados expulsados del sistema.

Cada semana, en los estadios, estos hinchas presenciaban escenas de brutalidad, represión y desamparo. Sin embargo, no fue hasta que esa misma violencia se hizo presente en las calles contra los más vulnerables que muchos decidieron actuar. No se trató de un despertar espontáneo, sino de la cristalización de una mirada entrenada en la resistencia, en la identificación con el despojo y en la conciencia de lo injusto.

Así, hinchas y jubilados se encontraron en una marcha inusual pero profundamente significativa: juntos decidieron jubilarse del miedo y del odio, exigiendo algo más que discursos vacíos sobre la superación personal. Porque los jubilados no necesitan quererse más a sí mismos, sino que la sociedad los proteja con la solidaridad más elemental. Y en ese acto de unión, la realidad, al menos por un momento, se volvió un poco más justa y menos invisible.